Autora: Pauli / — G a m e r
Título: Sick love ;;
Pareja: LuKai {LuHan x Kai/JongIn}
Tipo: Yaoi
Género: angst (?) no sé, no me da para Angst hard.
Clasificación: +13
N/A: es raro, pero no sé, me gusta. Quizás se enreden bastante, pero en lo personal me gusta como quedó. Es un Remake.
N°: o1/66.

Puede sentir su mano sudar, y su pulso acelerarse
a la par de su respiración ya irregular. También, es capaz oír los pasos cada
vez más cerca de aquel extraño que había interrumpido en su casa hacía unos
momentos.
Hacía tan solo dos horas había estado junto
a sus amigos en los videojuegos.
Una hora atrás estaba caminando a casa
mientras en su mente ideaba una nueva coreografía para mostrarle a KyungSoo.
Media hora antes había estado haciendo la tarea
de trigonometría.
Hace menos de quince minutos había estado
cenando con sus padres.
Hacía diez alguien había derrumbado la
puerta.
Hacía tan solo cinco había visto a sus
padres ser asesinados.
Y en este momento los pasos se dirigen
hasta su escondite.
— ¡Kai-ssi! ¿Puedes salir un momento?
No
puede ser.
Los pasos dejan de dirigirse hacia su
ubicación al cambiar de rumbo.
Cierra los ojos a más no poder al oír abrir
la ventana de su cuarto.
Un grito ahogado sale de su boca al escuchar
el siguiente disparo.
KyungSoo no podía haber ido a su casa justo
en ese momento.
No.
Cuando se despierta todo está oscuro a su
alrededor.
No tiene compañía a su lado.
Una estúpida sala blanca. Vacía.
No están sus padres.
No está KyungSoo.
Está solo.
O eso cree.
— Oh, el nuevo despertó.
Siente una leve presión en sus brazos, pero
no puede ver más allá de la oscuridad que le rodea. La poca luz que se filtra
por la ventana deja a la vista un lugar tétrico, pero nada más; vacío.
Y de nuevo la voz. Esta vez canturreando
algo de I’m here for you. If you don’t love
I’m sorry, because I’m crazy for you, and I’ll make a Word where you and I will
be happy forever. Did I listen a “not”? Sorry, because this isn’t a question.
Y nuevamente unas manos haciendo presión en
sus brazos.
Pero, oh,
¡sorpresa! Está solo.
O eso él ve.
Pero no es lo que siente, lo que escucha.
Y de pronto, ¡paf! Alguien sobre él.
Una mano tomando la suya, inspeccionándola
detalladamente.
— Uno, dos, tres… pff, son cinco.
Y lo mismo con su otra mano.
Pero JongIn no habla, no respira; solo
espera.
“Quizás,
si espero, si finjo estar muerto, se irá”.
Que hermoso plan, dá.
— ¿Estás muerto? Genial. Así quizás pueda
sacarte un dedo… o dos. ¿De qué color son tus ojos? Si son de color le
gustarían a Bacon. ¿Tu cabello es negro? Mejor. Sí, podría crear un gran
disfraz contigo.
Un
disfraz. Con él.
Quizás
cuando esté realmente muerto.
— Los muertos no abren los ojos, ¿por qué tu
sí?
Silencio.
— Quizás estás mudo… debería revisarte.
Miedo.
Siente algo frío en su mano. En sus dedos, la
presión nuevamente, el dolor… pero solo uno pequeño, para luego darse cuenta
que el extraño se lleva su dedo a la boca.
— Tipo AB… qué común.
La voz del sujeto cambia drásticamente. No
era juguetona, ni tonta, ni como la de un niño con juguete nuevo, era…
Escalofriante. De alguien desquiciado, loco.
— Pero aun así quiero ver por qué no hablas.
Y luego el filo de aquel objeto punzante está
en su garganta. Simplemente está allí, no hay presión, no duele.
La puerta se abre y alguien entra.
Pero él estaba solo nuevamente.
Mierda.
Una luz se enciende, y comprende por qué no
puede moverse.
Está amarrado.
Amarrado.
Amarrado.
No,
esto no me puede estar pasando.
Pero oh, si está pasando.
— Por fin despiertas. Bienvenido a tu nuevo
hogar, JongIn.
Pero nuevamente no habla.
Trata de hacerlo.
Nada.
Trata de gritar.
Silencio.
Y de pronto una risa rompe el silencio.
— Qué loco — el hombre con uniforme blanca que había recién entrado ríe de él. Le
observa y niega con una mano en su cien.
Toca su garganta y… una cicatriz.
Más mierda.
— Descuida, hablarás nuevamente. En unos
meses quizás, si tienes suerte. Hasta entonces estarás aquí, chiquillo. Por
cierto… Chanyeol, sal de ahí ya.
— Aguafiestas.
— No quiero otro paciente menos, Chanyeol.
Anda, dame lo que tienes en la mano.
Un cuchillo.
— ¿Solo esto?
Dos más, un tenedor y un destornillador.
Una tijera cae.
— Chanyeol.
El nombrado gruñó, y pasó su último
arsenal.
A Kai un escalofrío le recorre la espalda.
No ha visto un cuchillo así en su vida. Es enorme. Puede ver en el restos de
sangre aún, y el reflejo de la luna que se filtra entre las rejas de la
ventana.
Mira un momento al tal Chanyeol. Es alto (muy alto, se debe recalcar), su cabello castaño
y liso, ni largo ni corto. Su sonrisa es enorme, e incluso llega a dar miedo,
pero no tanto como lo daba en plena oscuridad.
Chanyeol le señala.
El alto frunce el seño, poniéndose serio.
— Chanyeol. No lo descuartices, no aún eh — se le escapa otra risa — no se sabe si es inocente o culpable, y
para eso necesitarán que hable. Quieren pasarlo por el detector de mentiras.
El alto bufa molesto, saliendo de prisa.
Inocente. Culpable. ¿Descuartizarlo?
Le parece que algo anda mal.
Pero corrijo, algo anda realmente mal.
Al día siguiente hay algo a su lado: una
libreta y un lápiz.
No sabe para que sirven hasta que cae en
cuenta de que no puede hablar. Bingo.
Trata de sentarse, pero está amarrado.
“Genial,
me dejan algo para que escriba pero no puedo usar mis manos”, piensa.
La puerta se abre, y sus ojos brillaron
ante la posibilidad de ser liberado.
Pero no.
Es Chanyeol.
Chanyeol.
Mierda nuevamente.
— ¡Chanyeol! ¿Es el cuarto del nuevo? Te
prohibieron entrar allí.
Y por un momento piensa que había alguien
cuerdo allí.
— ¡Para la otra me avisas! Yo también quería
ir.
Y su sonrisa se deforma.
— Hola.
Chanyeol ya no está a solas con él en el
cuarto. Ha entrado un muchacho de… ¿unos quince años? Sí, esa impresión le da.
No se da tiempo de mirarlo por mucho, esta se posa en Chanyeol.
— ¿Qué hiciste para que te trajeran acá?
“Quisiera
saber lo mismo, dongsaeng” se le dirige mentalmente al chico con cara de
adolescente.
— Quiero saber por qué no puedes hablar.
¡Bacón debe ver tu cicatriz!
Cicatriz. ¿Cuál? Y un momento, ¿Cuándo la
vio el chico?
Lo vio acercarse, y no puede hacer nada.
Quiere gritar, empujarle, escupirle… pero
hizo nada.
Cierra fuertemente los ojos, como
esperando, y nada ocurre.
Al abrirlos está solo.
Vació.
Debe estar loco. De hecho, se podía decir
que realmente lo está.
O eso cree el mundo.
Y eso empieza a creer él también.
Pasan alrededor de quince minutos cuando la
puerta se abre otra vez. Es un chico de estatura normal, un rostro pálido (y
hermoso), con una sonrisa de esas que transmiten seguridad.
JongIn no se la traga.
No le cree.
Y de hecho, le odia.
— Hola.
¿Cuántas veces le saludarían? No puede
hablar. Basura.
El extraño le libera una mano. Solo una. Y
luego, le tiende la libreta.
— ¿Sabes por qué estas aquí?
Niega. El contrario bufa.
Ya presentía él que la cara era lo único
que tenía de amable.
— ¿Si quiera donde estás?
Niega nuevamente.
— Estúpido.
Fue un susurro. Ni llegó a los oídos de
JongIn.
— Kim JongIn, 16 años, surcoreano. Acusado
de triple asesinato: su madre, su padre, un civil. El último más conocido como
Do KyungSoo. ¿Ahora entiendes? Esto es un… manicomio. Sí, eso. No se te podía
enviar a la cárcel por ser menor, y al no poder hablar tampoco puedes ir a un
juicio, no cuando en unos meses podrás hacerlo.
JongIn hizo nada. Miraba la nada. Pensaba
en nada.
Ríe.
Ríe más fuerte, pero nadie le oye.
Está el oficial ahí, pero los ruidos no salen
de su garganta.
La broma es buena, si, divertidísima.
Joder no. Le es un infierno. Empieza a
llorar. Broma el unicornio alado del quinceañero que entró antes, esta es su
realidad. Ríe y llora a la vez, tanto que la cabeza le duele a horrores al
igual que el estómago.
El contrario al parecer siente miedo.
— Con eso me basta por hoy. Por cierto, para
la próxima que quieras suicidarte luego de cometer un crimen — señalo su garganta — asegúrate de hacerlo bien.
Y llora.
Y ríe.
Y grita.
Y maldice.
Pero nadie le oye. Todo queda en su mente.
Al tercer día le dejan salir.
¿Salir de donde? Iluso. Le permiten dejar
su habitación para pasearse por el ‘centro de rehabilitación’.
Su garganta duele a horrores y el hecho de
respirar ya le cuesta. Ni trata de hablar. De todas formas, no hubiera podido
hacerlo.
— ¡Eh tú! ¡El nuevo! ¿Jong… In? Sí, ¡JongIn!
Y se gira para tener muy cerca a su nueva pesadilla.
Chanyeol.
Le empuja, pero al darse vuelta para huir allí
está otro chico. A éste no le conoce.
— Byun BaekHyun, 18 años. Coleccionista de
ojos de color, un gusto.
Le estira la mano.
JongIn no sabe si volver a llorar, a reír,
o hacer ambas nuevamente. Debía ser el tal Bacon.
Calla y le tiende la mano. Quizás era mejor
ser su amigo. O tal vez sea la peor idea que se le haya podido cruzar por su
cabeza.
JongIn le pasa un papel.
Mi nombre es Kim JongIn, 16 años, acusado de triple
asesinato.
— Oh. ¿Eres el mudo?
Asiente.
Así, entre palabras y papeles se logra
comunicar con el tal Baekhyun, mientras Chanyeol desaparece nuevamente. Piensa
seriamente que el alto es un fantasma.
Se entera que realmente se encuentra en un manicomio.
También de diferentes tipos que allí hay. Pregunta por el muchacho de ‘quince
años’, pero Baekhyun dico que el único chico menor que JongIn allí se llama
SeHun, y no salía a manudo.
No porque no quisiera.
No porque no pudiera.
Si no porque Oh SeHun es sinónimo de
peligro.
También hay más chicos, pero ninguno le
interesa.
Chicos que oyen voces. Chicos que
coleccionan objetos raros. Chicos que son un peligro hasta en prisión.
Ahora él también es eso.
Un problema.
Al cuarto día cae en la cuenta de su
realidad.
Sus padres están muertos.
Su mejor amigo también.
Él era el culpable.
O eso le recalcan siempre, haciéndole dudar
de si mismo.
En cualquier momento enloquecería.
Si es que ya no lo estaba.
Es el séptimo día (y no había salido más que
para ir al baño) cuando llega nuevamente el inspector. Esa vez se presenta.
— Kim JoonMyeon. Llevo tu caso.
JongIn trata de hablar y sale algo como una
tos.
Algo era más que nada. Qué genio.
— ¿Eres culpable?
Niega.
— ¿Inocente?
Asiente.
“Es
obvio que si no soy culpable soy inocente, estúpido”.
— Dices ser inocente cuando nadie forzó la
puerta para entrar, y cuando llegó la policía estabas cerca de la ventana con
un arma escondida tras de ti y un cuchillo en la mano derecha, el cual tenía tu
sangre.
“¿Qué
nadie forzó la puerta? Ciegos”.
— Están solo tus huellas digitales en las
armas y en la casa. ¿Por qué te creería?
Alza los hombros. El tipo es un estúpido
(para él) y no le discutiría.
De hecho, quiere divertirse un poco.
— ¿Estás jugando conmigo?
Pone su mirada de te-mataré (esa que le
daba a KyungSoo cuando lo despertaba en la mañana) y puede notar cómo se tensa
el supuesto Señor Kim.
— Todo por hoy. Quizás venga en una semana.
Se marcha. Kai trata de reír, en vano
obviamente.
En el décimo día aun no se acostumbra a su
situación.
Por las noches llora recordando a sus
padres, a KyungSoo.
Aún no se lo cree.
Esa mañana sale, por fin. Se encuentra que
el chico que tiene cara de bebé.
Éste le sonríe.
Y su mundo tiembla.
Es como un ángel. Sus perfectas facciones
definidas (que no había notado antes) su pelo bien peinado, su sonrisa.
Esa sonrisa… Es como la del tipo que había
entrado en su casa.
Pero no podía ser. El chico estaba allí
desde antes… ¿cierto?
Sale corriendo lo más lejos que ese lugar
le permite.
En la noche llora como tantas; gritos
ahogados, su cara húmeda, ojos hinchados. Este es el panorama.
Tristeza. Culpabilidad. Soledad.
Hasta que un quinceañero entra a su cuarto.
Empieza a tiritar, a sudar.
Pero nada ocurre, nada.
— Soy LuHan, 20 años, Chino.
Pero no dijo por qué se encuentra allí.
Eso es lo que JongIn necesita. Lo que al
mismo tiempo teme.
Trata de hablar, más nada. El chino ríe.
— Tranquilo, no te esfuerces.
Se acerca. Y JongIn cierra los ojos una vez
más, deseando desaparecer.
Pero nuevamente ocurre lo que menos se espera,
un abrazo y una bella canción.
Se queda dormido entre los brazos de LuHan.
Hacía diez días que no dormía tan bien.
Pero aun así está harto de las sorpresas.
Harto.
Se despierta solo.
Bueno, no totalmente.
Hay… ¿un enfermero? Quizás así puede
llamarle. Le obliga a hacer gárgaras, le da medicina, y un chequeo rápido.
Todo está bien.
Pronto volvería a hablar.
¿Y luego qué?
Al salir de su cuarto se encuentra
nuevamente con su - actualmente - Hyung.
— Oh. ¿Dormiste mejor, JongIn?
Sonríe.
Y entonces recuerda.
Asiente, mientras se pone tan pálido como
su morena piel le permite.
Y el mayor vuelve a sonreír, de manera diferente.
— Ven.
Le toma de la mano y le lleva lejos.
Quizás no tanto.
Es su cuarto, el del chino.
Está lleno de fotos tomadas por alguna
cámara polaroid. Fotos por todos lados. De él mismo, de Chanyeol, de Baekhyun,
de chicos que no conocía. Algunos con una marca roja en la esquina superior.
Quiere preguntar, pero le da miedo.
Hay una foto de él allí.
O eso piensa. Es muy (muy) similar a él,
pero no recuerda haberse teñido el cabello rojo. Omite el detalle y sigue mirando.
Hay fotos de chicos que ha visto en esos días, pero ninguno de ellos tenía la
marca.
Frunce el entrecejo.
— Están muertos. Los que están marcados,
están muertos. Todos han pasado por acá.
“¿Todos?”
Son realmente muchas fotografías. No quiere
ni pensar cuanto tiempo ha pasado LuHan allí.
Y tampoco necesita preguntar.
— Estoy aquí desde… no lo recuerdo bien.
Años.
Años…
y
él no puede soportar unos días.
Quiere saber más de él.
Quiere creer que no es el asesino de sus
padres.
Quiere mantener la esperanza de no ser el
único cuerdo allí.
Toma su lápiz y en su cuaderno escribe ¿Por qué estás aquí?
— Oh. Secreto.
No, LuHan no se puede poner a jugar con él.
Toma una de las fotos, la despegaría.
— Alto.
El moreno arquea una ceja, sonriendo
ladinamente, de forma divertida.
Tira un poco más.
Y luego está en el piso con un muy enfadado
chico sobre él.
— Te dije que te detuvieras, estúpido.
Quizás no era tan normal como lo parecía.
Y quizás JongIn ha empezado a dejar de creer
en la realidad.
Toma una de las fotos a su alcance.
La separa de la muralla.
LuHan grita.
— Vale, vale. Detente ya. Te lo diré, pero
detente.
Definitivamente LuHan no daña ni a una
mosca. Es fácil convencerle.
Pega de vuelta la foto y se sienta en la
cama del cuarto, apreciando todo a su alrededor.
El contrario cierra la puerta, con llave.
Cierra las cortinas: oscuridad.
Pero Kim JongIn ya no tiene miedo. No tiene
qué perder.
— No lo sé. No muy bien.
Debe ser una broma.
Otra mala broma.
Porque sabe que no lo es.
— Desde que tengo memoria estoy acá… mis
padres me dejaron. Me tenían miedo. Supuestamente acá estoy ‘a salvo’,
cualquier anomalía conmigo la pueden detener de inmediato.
JongIn le mira incrédulo. Aunque LuHan no
nota la mirada.
— Supuestamente… puedo mover objetos. Lo
hago de forma consiente o no, lo hago y ya. No sé que tanto hice para que mis
padres me temieran, pero aquí estoy. Nadie lo sabe, solo tú, ellos y… mi
doctor, por así decirlo.
El mayor suspira.
— Te mato si lo dices.
El moreno ríe.
Y de pronto tiene a LuHan sobre él, con una
mirada que pensaba que el mayor no tenía.
Traga saliva.
Porque sí, nuevamente tiene miedo.
Es un maldito bipolar.
— ¿Te parece una broma lo que hablo?
Niega.
Y el chico vuelve a su cara habitual, su
sonrisa de siempre, su mirada llena de brillo (el cual no se podía apreciar en
la oscuridad, pero estaba allí).
— Júrame que no lo dirás.
JongIn pone su mano en el corazón, y trata
de articular una palabra. Sale un ‘lo’, el resto es aire sin sonido. Quizás si
se recuperaría pronto.
El chico que es su ‘enfermero’ al tercer
día que va se presenta como YiXing. Era chino también, al igual que todo el
personal.
JongIn está en China.
No sabe por qué, ni le interesa.
Pero de pronto, algo hace click en su cabeza.
LuHan. Médico.
— YiXing.
Es un susurro muy bajo, con una voz pastosa
y seca, pero logra llamar la atención del joven.
— Ni trates de hacerlo, JongIn. Debes mejorarte. Además, ya me voy.
Sale.
Solo,
nuevamente.
Pero
no por mucho.
También
abandona el lugar.
Y
LuHan está en su puerta como de costumbre. Sin compañía al igual que él.
Se
ha acostumbrado a ver al mayor solo, siempre. A veces éste ve al resto jugar,
mira televisión, escucha música o baila, pero siempre solo.
Por
lo menos así era cuando no estaba con él.
Pero
no le saludaba, jamás le miraba, ni le hablaba. Era solamente cuando estaban
solos.
Justo
como en este momento.
— Kai.
Sonríe
como tantas otras veces. Tan jodidamente perfecto. Más hermosa que la sonrisa
de JoonMyeon, más desquiciante que la de Chanyeol, más brillante que la de
Baekhyun.
Así
es la sonrisa de LuHan a los ojos de JongIn.
Y
como todas las otras veces que le ha visto sonreír, le teme.
Pero
ya nada importaba, no cuando se trata de LuHan.
Ignora
su miedo, su presentimiento, su indiferencia. Porque todo vale la pena por
estar cinco minutos a solas con él.
Y
JongIn sonríe de vuelta.
Caminan
como tantas otras veces a la habitación del mayor para hacer lo de siempre.
Ósea,
de todo (aunque tomando en cuenta el lugar en donde están, el termino ‘todo’ no
es muy amplio).
Un día lluvioso
LuHan va muy temprano por el menor, llevándolo a su cuarto nuevamente.
— Habla.
— ¿Qué?
— Nada.
Y
el moreno ríe como hacia tiempo no lo hacía. Carcajadas escapan de su boca, un
par de lágrimas brotan de sus ojos.
Pero
al ver a LuHan calla.
Algo
anda mal.
— ¿Cómo supiste que podría hablar hoy?
Le
duele, sí, pero es un dolor soportable.
— Se acabó el tiempo.
Y
espera una explicación.
Pero
esta nunca llegó.
A
cambio, puede sentir la respiración del
quinceañero sobra la suya. El tiempo sigue corriendo, se le acababa, y no sabe
de qué escapa.
Le
besa.
Algo
cálido, corto. La pequeña boca del más blanco se amolda perfectamente a la
gruesa del moreno, como si hubiesen estado hechas la una para la otra.
Era
como si se conocieran desde antes.
Como si hubiera
pasado una eternidad saboreando sus labios, olvidándolo en algún momento.
Pero no, este es
su primer beso.
Quizás el último.
Tic tac. El
tiempo se agota.
— ¡JongIn! Sé que estás ahí. Sal ya, te toca revisión.
Mierda,
mierda, mierda.
Lo
comprende.
Puede
hablar. Se largaría de allí, para siempre.
El juicio es
rápido, mucho.
No escucha al
juez, a su abogado, a la corte.
Simplemente habla
cuando se le da la oportunidad.
— Soy culpable.
Definitivamente
sí, se ha vuelto loco.
O
siempre lo había estado.
— Señor — habla su abogado —
el niño no sabe lo que dice. Estuvo más de un mes en un manicomio, quizás — y su pequeño discurso fue cortado por JongIn. Más bien, por la risa de
éste.
— No. Soy culpable. El siguiente podrías ser tú. Depende de qué digan las
voces.
Miente.
Se
está condenado.
Pero
todo sea por pasar una maldita eternidad junto a LuHan.
Vuelve
al manicomio esperando ver al mayor.
Nada.
Corre
hasta el fondo de aquel lugar, a una habitación en específico, vacío.
No
hay fotos.
No
hay cama.
No
está LuHan.
Mierda.
Le
pregunta a Baekhyun. A Chanyeol. A YiXing.
Nada.
Nadie le conoce.
LuHan
no existe.
No allí.
Si,
definitivamente está loco.
Loco de amor.
Enamorado de nada.
De nadie.
De LuHan.
5 comentarios:
Es genial. Las acotaciones, los diálogos, todo hace que quieras seguir leyendo.
La parte de Baek, como coleccionista de ojos, me tenté ;o;
Me encantó este tipo de fic, gracias por compartirlo <3
¿Al final usaste este genial oneshot para EL RETO? *A* La verdad es que lo amo, como estaba buscando cosas de ese estilo después de ver AHS... xDDDD
Que bien Pau *^* ¡Te quedan 65 y serás una leyenda! xD
Sigo pensando que tienes que hacer una versión de este oneshot para Baekhyun 'el coleccionista de ojos' y para Sehun 'El asesino diabólico' (?)
Ya sabes que lo amo bishe e_e <3
Esta muy bueno!. No pude dejar de leerlo. Amo los fics de este estilo mientras mas loco y misterioso mejor y tu has hecho uno impresionante.
Por cierto apoyo a Milk, deberías hacer de los demás.
Omomomomo *O* te quedó genial, en serio que lo amé
Es como tan... diferente sdkjfsdk, no sé como explicarlo *-*
Me uno a lo que dicen arriba ^ en especial con sehun aksjaksj xD
Sigue así!! Ya quiero leer el one-shot que sigue ♥
Y por ver AHS Milk tengo más ideas así xD
Gracias a las 4 por comentar.♥
Si habrá dos fics "hermanos" a este, pero no les diré las parejas 8D estoy con otros dos fics -además del serial- así que no creo subirlos muy pronto, pero están en mi lista. ♥
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