Autora: Pauli
Título: Deadman ;;
Pareja: SooKai {D.O/KyungSoo x Kai/JongIn}
Tipo: Yaoi
Género: angst (?) no sé, no me da para Angst hard.
Clasificación: +13
N°: o2/66.
"Los finales felices existen,
claro. Pero no todos corren la suerte
de vivir en un cuento de hadas."
Sonrió como estúpido — uno
enamorado, se debe aclarar, ¡porque hay muchos tipos de estúpidos! — al
encontrar aquel contacto entre sus números telefónicos. Apretó el botón verde
que prácticamente le gritaba "presióname", y esperó que al otro lado
de la línea alguien respondiera.
Nada.
Una y otra vez la
operadora le mandaba a buzón de voz. Nuevamente se sentía humillado consigo
mismo. Había marcado el número que se había prometido no volver a llamar,
porque era un error, y quizás el más hermoso y doloroso de su vida -hasta ese
entonces corta-. No sabía si reírse de sí mismo por ser tan inútil, tan
dependiente, o si llorar por haberlo intentado y no haber obtenido respuesta.
Sin saber qué hacer, rio y lloró a la vez, cuando de pronto sonó la canción
"Amazing" del artista de moda Sunggyu, y esa melodía indicaba una
llamada. Pero no cualquiera, sino una de él. Él.
Se secó las lágrimas una
por una con la manga de su chaleco azul — el color favorito de él, de su
KyungSoo — y contestó.
"Te necesito",
le dijeron desde el otro lado del teléfono. Había escuchado tantas veces lo
mismo que incluso pensó que estaba todo en su imaginación, que era una bella
mala jugada de su memoria.
Pero todo daba lo mismo,
¿no? Si su mente quería jugar, le seguiría el juego. Si era su realidad… no
había ni que pensarlo.
"También te
necesito" respondió.
Está bien,
se dijo. Le creería, nuevamente. Todo por volver a sentir aquellas mariposas
pasearse libremente por su estómago, por poder sonreír como si le hubiese
pasado lo mejor, por saber que no hay distancia entre ellos. Y, efectivamente,
al cortar el llamado todas sus dudas se disiparon, como si se perdieran en la
niebla presente en aquella plaza. Se levantó entusiasmado, dichoso, glorioso
ante sí mismo. Sonreía — sí, de nuevo lo hacía —, y por un momento se dio el
permiso de soñar con su mundo ideal, en aquel inexistente donde JongIn era de
KyungSoo y KyungSoo de JongIn; donde podían amarse libremente, donde el mayor
le correspondía al menor. Porque no eran pareja, al contrario de lo que todos
pensaban. Pero eso no era motivo de depresión para el menor; siempre había
tenido claro que más que amigos jamás pasarían. Conocía la historia de D.O con
SuHo, sus temores, como permitió que el amor que se le brindaba se le
escurriera entre las manos por miedo a perder a JoonMyeon. Pero Kai no
cometería los mismos errores del otro. 'Los amores pasan, los amigos quedan' es
lo que KyungSoo siempre le decía, y era algo que él quería creer.
Una vez más, una vez más
había caído en su juego. Cada vez que escuchaba sus disculpas y sus palabras de
cariño se las tragaba amargamente, pero con una sonrisa en su boca. Su corazón
le cegaba de lo que su mente le susurraba, le decía, le gritaba. Se abrazó más
a sus piernas queriendo olvidar todo a su alrededor, todo le recordaba a él. El
dibujo que le había regalado, la pantalla del móvil escogida por él, su ropa
azul... no sabía en qué momento su vida pasó a ser un 'yo' a un 'nosotros', en
qué momento le importó más lo que pasara entre ellos a lo que pasara a su
alrededor... y a pesar de todo no se arrepentía, porque arrepentirse era para
cobardes. 'Aprende de tus errores' era su lema, pero a veces ni él sabía que
esa era una mentira más que añadir a su lista de promesas rotas. Una mala
noticia había llegado a sus oídos, le había enviado un mensaje al mayor
prácticamente rogándole que le llamara, dejando a un lado su propio orgullo.
Esperó y esperó esa llamada, aferrado a su celular hasta que el pequeño aparato
se apagó al no tener batería, y su dueño caía dormido entre lágrimas. A las
horas después, JongIn con el móvil en mano y encerrado en el baño, con lágrimas
en los ojos y un cuchillo en la diestra había llamado al mayor.
Marcó, sabiéndose esta vez
de memoria el número y le puso en alta voz, esperando oír esa voz tan especial
que le hacía estremecerse. “¡JongIn! Lo siento, en serio, por no llamarte
ayer... ¿qué paso?”, y fue allí cuando se derrumbó. No podía pronunciar
palabra, solo sollozaba y lloraba, y le decía que le quería, que no le dejase
solo, no en aquel instante. Trató de explicarle que sus exámenes en el médico
no habían sido demasiado buenos y que debería viajar por más a Estados Unidos,
trató de decirle que tenía miedo de irse y no volver, miedo de no haber hecho
tantas cosas. Pero fue interrumpido. "JongIn-ah, llámame luego, ¿sí?
Chanyeol llegó de visita... Cuídate". El tono de la línea cortada era realmente
lo último que el moreno quería escuchar, y como queriendo tener un final feliz,
reprodujo en su teléfono los vídeos grabados de él y el mayor cuando recién se
habían conocido. La risa del joven con ojos más grandes era música para él; era
su perdición. Había caído rendida ante ella, adentrándose por donde claramente
decía "no entrar", y ya no había vuelta atrás. Estaba enamorado hasta
el fondo, pero tan profundo que ya no podría escapar.
El frío que le recorría el
cuerpo era prácticamente de ultratumba. Se sentía peor de cómo imaginaba la
muerte; esa inseguridad de no saber que viene, de si estás 'aquí o allá'. Las
lágrimas caían por su piel, magullada ya por tantas heridas, recorrida por
tantas otras lágrimas, siguiendo el camino de estas como si hubiese un compás
predestinado para ellas, y terminaban, como siempre, en la punta de su mentón
para caer en su muñeca, la cual se apoyaba entre sus piernas justo bajo su
llanto. En esa muñeca estaban sus pulseras de promesas olvidadas, de otras
rotas, de otras cumplidas, y estaba el espacio de muchas por haber. Y aquel
espacio se iba disminuyendo, se iba perdiendo a la vez que el rojo de su sangre
recorría su piel una vez más, y posiblemente para nunca más brotar de aquel
cuerpo cada vez más frío.