domingo, 30 de diciembre de 2012

[SooKai/Oneshot-o2] Deadman ;;


Autora: Pauli 
Título: Deadman ;;
Pareja: SooKai {D.O/KyungSoo x Kai/JongIn}
Tipo: Yaoi
Género: angst (?) no sé, no me da para Angst hard.
Clasificación: +13
N°: o2/66. 


"Los finales felices existen, claro. Pero no todos corren la suerte
de vivir en un cuento de hadas."





Sonrió como estúpido — uno enamorado, se debe aclarar, ¡porque hay muchos tipos de estúpidos! — al encontrar aquel contacto entre sus números telefónicos. Apretó el botón verde que prácticamente le gritaba "presióname", y esperó que al otro lado de la línea alguien respondiera.

Nada.

Una y otra vez la operadora le mandaba a buzón de voz. Nuevamente se sentía humillado consigo mismo. Había marcado el número que se había prometido no volver a llamar, porque era un error, y quizás el más hermoso y doloroso de su vida -hasta ese entonces corta-. No sabía si reírse de sí mismo por ser tan inútil, tan dependiente, o si llorar por haberlo intentado y no haber obtenido respuesta. Sin saber qué hacer, rio y lloró a la vez, cuando de pronto sonó la canción "Amazing" del artista de moda Sunggyu, y esa melodía indicaba una llamada. Pero no cualquiera, sino una de él. Él.

Se secó las lágrimas una por una con la manga de su chaleco azul — el color favorito de él, de su KyungSoo — y contestó.

"Te necesito", le dijeron desde el otro lado del teléfono. Había escuchado tantas veces lo mismo que incluso pensó que estaba todo en su imaginación, que era una bella mala jugada de su memoria.

Pero todo daba lo mismo, ¿no? Si su mente quería jugar, le seguiría el juego. Si era su realidad… no había ni que pensarlo.

"También te necesito" respondió.

Está bien, se dijo. Le creería, nuevamente. Todo por volver a sentir aquellas mariposas pasearse libremente por su estómago, por poder sonreír como si le hubiese pasado lo mejor, por saber que no hay distancia entre ellos. Y, efectivamente, al cortar el llamado todas sus dudas se disiparon, como si se perdieran en la niebla presente en aquella plaza. Se levantó entusiasmado, dichoso, glorioso ante sí mismo. Sonreía — sí, de nuevo lo hacía —, y por un momento se dio el permiso de soñar con su mundo ideal, en aquel inexistente donde JongIn era de KyungSoo y KyungSoo de JongIn; donde podían amarse libremente, donde el mayor le correspondía al menor. Porque no eran pareja, al contrario de lo que todos pensaban. Pero eso no era motivo de depresión para el menor; siempre había tenido claro que más que amigos jamás pasarían. Conocía la historia de D.O con SuHo, sus temores, como permitió que el amor que se le brindaba se le escurriera entre las manos por miedo a perder a JoonMyeon. Pero Kai no cometería los mismos errores del otro. 'Los amores pasan, los amigos quedan' es lo que KyungSoo siempre le decía, y era algo que él quería creer.



Una vez más, una vez más había caído en su juego. Cada vez que escuchaba sus disculpas y sus palabras de cariño se las tragaba amargamente, pero con una sonrisa en su boca. Su corazón le cegaba de lo que su mente le susurraba, le decía, le gritaba. Se abrazó más a sus piernas queriendo olvidar todo a su alrededor, todo le recordaba a él. El dibujo que le había regalado, la pantalla del móvil escogida por él, su ropa azul... no sabía en qué momento su vida pasó a ser un 'yo' a un 'nosotros', en qué momento le importó más lo que pasara entre ellos a lo que pasara a su alrededor... y a pesar de todo no se arrepentía, porque arrepentirse era para cobardes. 'Aprende de tus errores' era su lema, pero a veces ni él sabía que esa era una mentira más que añadir a su lista de promesas rotas. Una mala noticia había llegado a sus oídos, le había enviado un mensaje al mayor prácticamente rogándole que le llamara, dejando a un lado su propio orgullo. Esperó y esperó esa llamada, aferrado a su celular hasta que el pequeño aparato se apagó al no tener batería, y su dueño caía dormido entre lágrimas. A las horas después, JongIn con el móvil en mano y encerrado en el baño, con lágrimas en los ojos y un cuchillo en la diestra había llamado al mayor.
Marcó, sabiéndose esta vez de memoria el número y le puso en alta voz, esperando oír esa voz tan especial que le hacía estremecerse. “¡JongIn! Lo siento, en serio, por no llamarte ayer... ¿qué paso?”, y fue allí cuando se derrumbó. No podía pronunciar palabra, solo sollozaba y lloraba, y le decía que le quería, que no le dejase solo, no en aquel instante. Trató de explicarle que sus exámenes en el médico no habían sido demasiado buenos y que debería viajar por más a Estados Unidos, trató de decirle que tenía miedo de irse y no volver, miedo de no haber hecho tantas cosas. Pero fue interrumpido. "JongIn-ah, llámame luego, ¿sí? Chanyeol llegó de visita... Cuídate". El tono de la línea cortada era realmente lo último que el moreno quería escuchar, y como queriendo tener un final feliz, reprodujo en su teléfono los vídeos grabados de él y el mayor cuando recién se habían conocido. La risa del joven con ojos más grandes era música para él; era su perdición. Había caído rendida ante ella, adentrándose por donde claramente decía "no entrar", y ya no había vuelta atrás. Estaba enamorado hasta el fondo, pero tan profundo que ya no podría escapar.

El frío que le recorría el cuerpo era prácticamente de ultratumba. Se sentía peor de cómo imaginaba la muerte; esa inseguridad de no saber que viene, de si estás 'aquí o allá'. Las lágrimas caían por su piel, magullada ya por tantas heridas, recorrida por tantas otras lágrimas, siguiendo el camino de estas como si hubiese un compás predestinado para ellas, y terminaban, como siempre, en la punta de su mentón para caer en su muñeca, la cual se apoyaba entre sus piernas justo bajo su llanto. En esa muñeca estaban sus pulseras de promesas olvidadas, de otras rotas, de otras cumplidas, y estaba el espacio de muchas por haber. Y aquel espacio se iba disminuyendo, se iba perdiendo a la vez que el rojo de su sangre recorría su piel una vez más, y posiblemente para nunca más brotar de aquel cuerpo cada vez más frío. 

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