martes, 27 de noviembre de 2012

[LuKai/Oneshot-o1] Sick love ;;

5 comentarios

Autora: Pauli / — G a m e r
Título: Sick love ;;
Pareja: LuKai {LuHan x Kai/JongIn}
Tipo: Yaoi
Género: angst (?) no sé, no me da para Angst hard.
Clasificación: +13
N/A: es raro, pero no sé, me gusta. Quizás se enreden bastante, pero en lo personal me gusta como quedó. Es un Remake.
N°: o1/66. 



 



Puede sentir su mano sudar, y su pulso acelerarse a la par de su respiración ya irregular. También, es capaz oír los pasos cada vez más cerca de aquel extraño que había interrumpido en su casa hacía unos momentos.

Hacía tan solo dos horas había estado junto a sus amigos en los videojuegos.


Una hora atrás estaba caminando a casa mientras en su mente ideaba una nueva coreografía para mostrarle a KyungSoo.


Media hora antes había estado haciendo la tarea de trigonometría.


Hace menos de quince minutos había estado cenando con sus padres.


Hacía diez alguien había derrumbado la puerta.


Hacía tan solo cinco había visto a sus padres ser asesinados.


Y en este momento los pasos se dirigen hasta su escondite.


¡Kai-ssi! ¿Puedes salir un momento?

No puede ser.

Los pasos dejan de dirigirse hacia su ubicación al cambiar de rumbo.
Cierra los ojos a más no poder al oír abrir la ventana de su cuarto.
Un grito ahogado sale de su boca al escuchar el siguiente disparo.
KyungSoo no podía haber ido a su casa justo en ese momento.

No.




Cuando se despierta todo está oscuro a su alrededor.
No tiene compañía a su lado.
Una estúpida sala blanca. Vacía.
No están sus padres.
No está KyungSoo.
Está solo.

O eso cree.

Oh, el nuevo despertó.

Siente una leve presión en sus brazos, pero no puede ver más allá de la oscuridad que le rodea. La poca luz que se filtra por la ventana deja a la vista un lugar tétrico, pero nada más; vacío.
Y de nuevo la voz. Esta vez canturreando algo de I’m here for you. If you don’t love I’m sorry, because I’m crazy for you, and I’ll make a Word where you and I will be happy forever. Did I listen a “not”? Sorry, because this isn’t a question.
Y nuevamente unas manos haciendo presión en sus brazos.
Pero, oh, ¡sorpresa! Está solo.
O eso él ve.
Pero no es lo que siente, lo que escucha.

Y de pronto, ¡paf! Alguien sobre él.
Una mano tomando la suya, inspeccionándola detalladamente.

Uno, dos, tres… pff, son cinco.
Y lo mismo con su otra mano.
Pero JongIn no habla, no respira; solo espera.
“Quizás, si espero, si finjo estar muerto, se irá”.
Que hermoso plan, dá.

¿Estás muerto? Genial. Así quizás pueda sacarte un dedo… o dos. ¿De qué color son tus ojos? Si son de color le gustarían a Bacon. ¿Tu cabello es negro? Mejor. Sí, podría crear un gran disfraz contigo.

Un disfraz. Con él.



Quizás cuando esté realmente muerto.

Los muertos no abren los ojos, ¿por qué tu sí?

Silencio.

Quizás estás mudo… debería revisarte.

Miedo.

Siente algo frío en su mano. En sus dedos, la presión nuevamente, el dolor… pero solo uno pequeño, para luego darse cuenta que el extraño se lleva su dedo a la boca.

Tipo AB… qué común.

La voz del sujeto cambia drásticamente. No era juguetona, ni tonta, ni como la de un niño con juguete nuevo, era… Escalofriante. De alguien desquiciado, loco.

Pero aun así quiero ver por qué no hablas.

Y luego el filo de aquel objeto punzante está en su garganta. Simplemente está allí, no hay presión, no duele.

La puerta se abre y alguien entra.
Pero él estaba solo nuevamente.
Mierda.

Una luz se enciende, y comprende por qué no puede moverse.

Está amarrado.

Amarrado.

Amarrado.

No, esto no me puede estar pasando.
Pero oh, si está pasando.

Por fin despiertas. Bienvenido a tu nuevo hogar, JongIn.

Pero nuevamente no habla.
Trata de hacerlo.

Nada.

Trata de gritar.

Silencio.

Y de pronto una risa rompe el silencio.

Qué loco el hombre con uniforme blanca que había recién entrado ríe de él. Le observa y niega con una mano en su cien.

Toca su garganta y… una cicatriz.
Más mierda.

Descuida, hablarás nuevamente. En unos meses quizás, si tienes suerte. Hasta entonces estarás aquí, chiquillo. Por cierto… Chanyeol, sal de ahí ya.

Aguafiestas.

No quiero otro paciente menos, Chanyeol. Anda, dame lo que tienes en la mano.

Un cuchillo.

¿Solo esto?

Dos más, un tenedor y un destornillador. Una tijera cae.

Chanyeol.

El nombrado gruñó, y pasó su último arsenal.
A Kai un escalofrío le recorre la espalda. No ha visto un cuchillo así en su vida. Es enorme. Puede ver en el restos de sangre aún, y el reflejo de la luna que se filtra entre las rejas de la ventana.
Mira un momento al tal Chanyeol. Es alto (muy alto, se debe recalcar), su cabello castaño y liso, ni largo ni corto. Su sonrisa es enorme, e incluso llega a dar miedo, pero no tanto como lo daba en plena oscuridad.
Chanyeol le señala.
El alto frunce el seño, poniéndose serio.

Chanyeol. No lo descuartices, no aún eh se le escapa otra risa no se sabe si es inocente o culpable, y para eso necesitarán que hable. Quieren pasarlo por el detector de mentiras.

El alto bufa molesto, saliendo de prisa.

Inocente. Culpable. ¿Descuartizarlo?

Le parece que algo anda mal.

Pero corrijo, algo anda realmente mal.


Al día siguiente hay algo a su lado: una libreta y un lápiz.
No sabe para que sirven hasta que cae en cuenta de que no puede hablar. Bingo.
Trata de sentarse, pero está amarrado.
“Genial, me dejan algo para que escriba pero no puedo usar mis manos”, piensa.
La puerta se abre, y sus ojos brillaron ante la posibilidad de ser liberado.

Pero no.

Es Chanyeol.

Chanyeol.

Mierda nuevamente.

¡Chanyeol! ¿Es el cuarto del nuevo? Te prohibieron entrar allí.

Y por un momento piensa que había alguien cuerdo allí.

¡Para la otra me avisas! Yo también quería ir.

Y su sonrisa se deforma.

Hola.

Chanyeol ya no está a solas con él en el cuarto. Ha entrado un muchacho de… ¿unos quince años? Sí, esa impresión le da. No se da tiempo de mirarlo por mucho, esta se posa en Chanyeol.

¿Qué hiciste para que te trajeran acá?
“Quisiera saber lo mismo, dongsaeng” se le dirige mentalmente al chico con cara de adolescente.

Quiero saber por qué no puedes hablar. ¡Bacón debe ver tu cicatriz!

Cicatriz. ¿Cuál? Y un momento, ¿Cuándo la vio el chico?

Lo vio acercarse, y no puede hacer nada.

Quiere gritar, empujarle, escupirle… pero hizo nada.

Cierra fuertemente los ojos, como esperando, y nada ocurre.

Al abrirlos está solo.

Vació.

Debe estar loco. De hecho, se podía decir que realmente lo está.
O eso cree el mundo.
Y eso empieza a creer él también.

Pasan alrededor de quince minutos cuando la puerta se abre otra vez. Es un chico de estatura normal, un rostro pálido (y hermoso), con una sonrisa de esas que transmiten seguridad.

JongIn no se la traga.

No le cree.

Y de hecho, le odia.


Hola.
¿Cuántas veces le saludarían? No puede hablar. Basura.
El extraño le libera una mano. Solo una. Y luego, le tiende la libreta.

¿Sabes por qué estas aquí?
Niega. El contrario bufa.
Ya presentía él que la cara era lo único que tenía de amable.

¿Si quiera donde estás?
Niega nuevamente.

Estúpido.
Fue un susurro. Ni llegó a los oídos de JongIn.

Kim JongIn, 16 años, surcoreano. Acusado de triple asesinato: su madre, su padre, un civil. El último más conocido como Do KyungSoo. ¿Ahora entiendes? Esto es un… manicomio. Sí, eso. No se te podía enviar a la cárcel por ser menor, y al no poder hablar tampoco puedes ir a un juicio, no cuando en unos meses podrás hacerlo.
JongIn hizo nada. Miraba la nada. Pensaba en nada.

Ríe.

Ríe más fuerte, pero nadie le oye.

Está el oficial ahí, pero los ruidos no salen de su garganta.

La broma es buena, si, divertidísima.


Joder no. Le es un infierno. Empieza a llorar. Broma el unicornio alado del quinceañero que entró antes, esta es su realidad. Ríe y llora a la vez, tanto que la cabeza le duele a horrores al igual que el estómago.

El contrario al parecer siente miedo.

Con eso me basta por hoy. Por cierto, para la próxima que quieras suicidarte luego de cometer un crimen señalo su garganta asegúrate de hacerlo bien.

Y llora.

Y ríe.

Y grita.

Y maldice.

Pero nadie le oye. Todo queda en su mente.




Al tercer día le dejan salir.

¿Salir de donde? Iluso. Le permiten dejar su habitación para pasearse por el ‘centro de rehabilitación’.


Su garganta duele a horrores y el hecho de respirar ya le cuesta. Ni trata de hablar. De todas formas, no hubiera podido hacerlo.

¡Eh tú! ¡El nuevo! ¿Jong… In? Sí, ¡JongIn!

Y se gira para tener muy cerca a su nueva pesadilla.
Chanyeol.
Le empuja, pero al darse vuelta para huir allí está otro chico. A éste no le conoce.

Byun BaekHyun, 18 años. Coleccionista de ojos de color, un gusto.
Le estira la mano.
JongIn no sabe si volver a llorar, a reír, o hacer ambas nuevamente. Debía ser el tal Bacon.

Calla y le tiende la mano. Quizás era mejor ser su amigo. O tal vez sea la peor idea que se le haya podido cruzar por su cabeza.

JongIn le pasa un papel.


Mi nombre es Kim JongIn, 16 años, acusado de triple asesinato.

Oh. ¿Eres el mudo?
Asiente.

Así, entre palabras y papeles se logra comunicar con el tal Baekhyun, mientras Chanyeol desaparece nuevamente. Piensa seriamente que el alto es un fantasma.
Se entera que realmente se encuentra en un manicomio. También de diferentes tipos que allí hay. Pregunta por el muchacho de ‘quince años’, pero Baekhyun dico que el único chico menor que JongIn allí se llama SeHun, y no salía a manudo.
No porque no quisiera.
No porque no pudiera.
Si no porque Oh SeHun es sinónimo de peligro.

También hay más chicos, pero ninguno le interesa.

Chicos que oyen voces. Chicos que coleccionan objetos raros. Chicos que son un peligro hasta en prisión.

Ahora él también es eso.

Un problema.




Al cuarto día cae en la cuenta de su realidad.

Sus padres están muertos.

Su mejor amigo también.

Él era el culpable.

O eso le recalcan siempre, haciéndole dudar de si mismo.

En cualquier momento enloquecería.

Si es que ya no lo estaba.




Es el séptimo día (y no había salido más que para ir al baño) cuando llega nuevamente el inspector. Esa vez se presenta.

Kim JoonMyeon. Llevo tu caso.
JongIn trata de hablar y sale algo como una tos.
Algo era más que nada. Qué genio.

¿Eres culpable?
Niega.

¿Inocente?
Asiente.
“Es obvio que si no soy culpable soy inocente, estúpido”.

Dices ser inocente cuando nadie forzó la puerta para entrar, y cuando llegó la policía estabas cerca de la ventana con un arma escondida tras de ti y un cuchillo en la mano derecha, el cual tenía tu sangre.
“¿Qué nadie forzó la puerta? Ciegos”.

Están solo tus huellas digitales en las armas y en la casa. ¿Por qué te creería?
Alza los hombros. El tipo es un estúpido (para él) y no le discutiría.

De hecho, quiere divertirse un poco.

¿Estás jugando conmigo?
Pone su mirada de te-mataré (esa que le daba a KyungSoo cuando lo despertaba en la mañana) y puede notar cómo se tensa el supuesto Señor Kim.

Todo por hoy. Quizás venga en una semana.
Se marcha. Kai trata de reír, en vano obviamente.




En el décimo día aun no se acostumbra a su situación.

Por las noches llora recordando a sus padres, a KyungSoo.

Aún no se lo cree.


Esa mañana sale, por fin. Se encuentra que el chico que tiene cara de bebé.

Éste le sonríe.

Y su mundo tiembla.

Es como un ángel. Sus perfectas facciones definidas (que no había notado antes) su pelo bien peinado, su sonrisa.

Esa sonrisa… Es como la del tipo que había entrado en su casa.
Pero no podía ser. El chico estaba allí desde antes… ¿cierto?

Sale corriendo lo más lejos que ese lugar le permite.



En la noche llora como tantas; gritos ahogados, su cara húmeda, ojos hinchados. Este es el panorama.
Tristeza. Culpabilidad. Soledad.

Hasta que un quinceañero entra a su cuarto.

Empieza a tiritar, a sudar.

Pero nada ocurre, nada.

Soy LuHan, 20 años, Chino.
Pero no dijo por qué se encuentra allí.

Eso es lo que JongIn necesita. Lo que al mismo tiempo teme.
Trata de hablar, más nada. El chino ríe.

Tranquilo, no te esfuerces.
Se acerca. Y JongIn cierra los ojos una vez más, deseando desaparecer.

Pero nuevamente ocurre lo que menos se espera, un abrazo y una bella canción.

Se queda dormido entre los brazos de LuHan.
Hacía diez días que no dormía tan bien.

Pero aun así está harto de las sorpresas.
Harto.




Se despierta solo.
Bueno, no totalmente.
Hay… ¿un enfermero? Quizás así puede llamarle. Le obliga a hacer gárgaras, le da medicina, y un chequeo rápido.

Todo está bien.

Pronto volvería a hablar.

¿Y luego qué?



Al salir de su cuarto se encuentra nuevamente con su - actualmente - Hyung.

Oh. ¿Dormiste mejor, JongIn?
Sonríe.

Y entonces recuerda.

Asiente, mientras se pone tan pálido como su morena piel le permite.

Y el mayor vuelve a sonreír, de manera diferente.

Ven.
Le toma de la mano y le lleva lejos.

Quizás no tanto.

Es su cuarto, el del chino.
Está lleno de fotos tomadas por alguna cámara polaroid. Fotos por todos lados. De él mismo, de Chanyeol, de Baekhyun, de chicos que no conocía. Algunos con una marca roja en la esquina superior.

Quiere preguntar, pero le da miedo.

Hay una foto de él allí.
O eso piensa. Es muy (muy) similar a él, pero no recuerda haberse teñido el cabello rojo. Omite el detalle y sigue mirando. Hay fotos de chicos que ha visto en esos días, pero ninguno de ellos tenía la marca.
Frunce el entrecejo.

Están muertos. Los que están marcados, están muertos. Todos han pasado por acá.
“¿Todos?”
Son realmente muchas fotografías. No quiere ni pensar cuanto tiempo ha pasado LuHan allí.

Y tampoco necesita preguntar.

Estoy aquí desde… no lo recuerdo bien. Años.
Años… y él no puede soportar unos días.

Quiere saber más de él.

Quiere creer que no es el asesino de sus padres.

Quiere mantener la esperanza de no ser el único cuerdo allí.

Toma su lápiz y en su cuaderno escribe ¿Por qué estás aquí?

Oh. Secreto.
No, LuHan no se puede poner a jugar con él.

Toma una de las fotos, la despegaría.

Alto.
El moreno arquea una ceja, sonriendo ladinamente, de forma divertida.

Tira un poco más.

Y luego está en el piso con un muy enfadado chico sobre él.

Te dije que te detuvieras, estúpido.
Quizás no era tan normal como lo parecía.

Y quizás JongIn ha empezado a dejar de creer en la realidad.

Toma una de las fotos a su alcance.

La separa de la muralla.

LuHan grita.

Vale, vale. Detente ya. Te lo diré, pero detente.
Definitivamente LuHan no daña ni a una mosca. Es fácil convencerle.

Pega de vuelta la foto y se sienta en la cama del cuarto, apreciando todo a su alrededor.

El contrario cierra la puerta, con llave. Cierra las cortinas: oscuridad.

Pero Kim JongIn ya no tiene miedo. No tiene qué perder.

No lo sé. No muy bien.
Debe ser una broma.

Otra mala broma.

Porque sabe que no lo es.

Desde que tengo memoria estoy acá… mis padres me dejaron. Me tenían miedo. Supuestamente acá estoy ‘a salvo’, cualquier anomalía conmigo la pueden detener de inmediato.
JongIn le mira incrédulo. Aunque LuHan no nota la mirada.

Supuestamente… puedo mover objetos. Lo hago de forma consiente o no, lo hago y ya. No sé que tanto hice para que mis padres me temieran, pero aquí estoy. Nadie lo sabe, solo tú, ellos y… mi doctor, por así decirlo.

El mayor suspira.

Te mato si lo dices.
El moreno ríe.

Y de pronto tiene a LuHan sobre él, con una mirada que pensaba que el mayor no tenía.

Traga saliva.

Porque sí, nuevamente tiene miedo.
Es un maldito bipolar.

¿Te parece una broma lo que hablo?
Niega.

Y el chico vuelve a su cara habitual, su sonrisa de siempre, su mirada llena de brillo (el cual no se podía apreciar en la oscuridad, pero estaba allí).

Júrame que no lo dirás.
JongIn pone su mano en el corazón, y trata de articular una palabra. Sale un ‘lo’, el resto es aire sin sonido. Quizás si se recuperaría pronto.




El chico que es su ‘enfermero’ al tercer día que va se presenta como YiXing. Era chino también, al igual que todo el personal.

JongIn está en China.

No sabe por qué, ni le interesa.

Pero de pronto, algo hace click en su cabeza.

LuHan. Médico.

YiXing.
Es un susurro muy bajo, con una voz pastosa y seca, pero logra llamar la atención del joven.

Ni trates de hacerlo, JongIn. Debes mejorarte. Además, ya me voy.
Sale.

Solo, nuevamente.
Pero no por mucho.

También abandona el lugar.

Y LuHan está en su puerta como de costumbre. Sin compañía al igual que él.

Se ha acostumbrado a ver al mayor solo, siempre. A veces éste ve al resto jugar, mira televisión, escucha música o baila, pero siempre solo.

Por lo menos así era cuando no estaba con él.

Pero no le saludaba, jamás le miraba, ni le hablaba. Era solamente cuando estaban solos.
Justo como en este momento.

Kai.
Sonríe como tantas otras veces. Tan jodidamente perfecto. Más hermosa que la sonrisa de JoonMyeon, más desquiciante que la de Chanyeol, más brillante que la de Baekhyun.

Así es la sonrisa de LuHan a los ojos de JongIn.

Y como todas las otras veces que le ha visto sonreír, le teme.

Pero ya nada importaba, no cuando se trata de LuHan.

Ignora su miedo, su presentimiento, su indiferencia. Porque todo vale la pena por estar cinco minutos a solas con él.

Y JongIn sonríe de vuelta.

Caminan como tantas otras veces a la habitación del mayor para hacer lo de siempre.
Ósea, de todo (aunque tomando en cuenta el lugar en donde están, el termino ‘todo’ no es muy amplio).



Un día lluvioso LuHan va muy temprano por el menor, llevándolo a su cuarto nuevamente.

Habla.

¿Qué?

Nada.

Y el moreno ríe como hacia tiempo no lo hacía. Carcajadas escapan de su boca, un par de lágrimas brotan de sus ojos.

Pero al ver a LuHan calla.
Algo anda mal.

¿Cómo supiste que podría hablar hoy?
Le duele, sí, pero es un dolor soportable.

Se acabó el tiempo.
Y espera una explicación.


Pero esta nunca llegó.

A cambio, puede sentir la respiración del quinceañero sobra la suya. El tiempo sigue corriendo, se le acababa, y no sabe de qué escapa.

Le besa.

Algo cálido, corto. La pequeña boca del más blanco se amolda perfectamente a la gruesa del moreno, como si hubiesen estado hechas la una para la otra.

Era como si se conocieran desde antes.
Como si hubiera pasado una eternidad saboreando sus labios, olvidándolo en algún momento.

Pero no, este es su primer beso.

Quizás el último.

Tic tac. El tiempo se agota.

¡JongIn! Sé que estás ahí. Sal ya, te toca revisión.
Mierda, mierda, mierda.

Lo comprende.

Puede hablar. Se largaría de allí, para siempre.





El juicio es rápido, mucho.
No escucha al juez, a su abogado, a la corte.
Simplemente habla cuando se le da la oportunidad.

Soy culpable.

Definitivamente sí, se ha vuelto loco.
O siempre lo había estado.

Señor habla su abogado el niño no sabe lo que dice. Estuvo más de un mes en un manicomio, quizás y su pequeño discurso fue cortado por JongIn. Más bien, por la risa de éste.

No. Soy culpable. El siguiente podrías ser tú. Depende de qué digan las voces.
Miente.
Se está condenado.
Pero todo sea por pasar una maldita eternidad junto a LuHan.


Vuelve al manicomio esperando ver al mayor.

Nada.

Corre hasta el fondo de aquel lugar, a una habitación en específico, vacío.

No hay fotos.

No hay cama.

No está LuHan.

Mierda.


Le pregunta a Baekhyun. A Chanyeol. A YiXing.

Nada. Nadie le conoce.

LuHan no existe.

No allí.


Si, definitivamente está loco.

Loco de amor.
Enamorado de nada.
De nadie.
De LuHan.

viernes, 23 de noviembre de 2012

[HunHan/02] Deplore: Maybe, in another life ;;

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# C a p í t u l o II.





Una cantidad enorme de criaturas despide al grupo de tres que se marcha. Las trompetas de los enanos resuenan en todo el lugar una melodía nostálgica, como extrañando algo (al canto de las Ninfas, se podría decir). Las hadas les envían vibras positivas y llenan de pequeñas flores los cabellos de LuHan, Kris, y SeHun. Éste último es quién más feliz está por la atención de éstas, ellas eran sus confidentes, sus mejores amigas. Una pequeña y amarilla, conocida como Dex, está sentada en su cabeza trenzándole en el mismo lugar de siempre. Al final lo amarra con un lacito amarillo, y le susurra en el oído un pequeño “suerte” para luego irse con las demás.
SeHun siente que la necesitará, y en más de un aspecto.
LuHwang les da sus bendiciones para el viaje y le entrega a su hijo un pequeño obsequio, envuelto en la más fina seda tejida por las mismas hadas del reino de los Lee. Dentro de ella contiene el ala de un hada, símbolo de buena suerte según los Elfos (de mal augurio para SeHun, pues una tuvo que morir para obtener dicho objeto).
LuMin llora la partida de su hijo y le abraza fuerte, y luego un simple apretón en el brazo de Kris en señal de que lo cuide. Ni una mirada al menor.
Tras, quizás, una hora de despedida, se pierden de la vista de los demás dentro del bosque.

— Asegúrate que Park reciba su misión — LuMin le habla, sin que su marido se dé cuenta, a uno de los enanos. Éste al oír las órdenes se va sin que nadie lo note.




— La vegetación es cada vez más espesa… — rompe el silencio entre ellos SeHun, quién jamás había ido más allá de los límites de los terrenos de los Lu. O no que recordara.

— Se supone que así es para que sea más difícil encontrar el hogar de ustedes — responde Kris, mirando de reojo al menor y el leve sonrojo en sus mejillas al notar lo obvio que era la respuesta.

Caminan por todo el día, discutiendo cosas sin importancia y tratando de descubrir algo más de Kris. Resultado nulo, por cierto. Al caer la noche pueden ver unas luces a lo lejos y SeHun sonríe: es el dominio de los Kim, y allí vive JongIn.
JongIn, o también conocido como Kai, es un elfo de las tierras de los Oh, pero del dominio de los Kim. Se diferencian del resto por ser de piel morena, aunque eso no les quita belleza ni gracia. El moreno conoce a SeHun desde que son niños porque ha visitado los lindares de los Lu más de una vez; es él quién le enseñó a bailar y la pasión por tal.
El baile de SeHun es algo que había vuelto loco siempre a LuHan. Pero al mismo tiempo detestaba que por lo mismo pasara tanto tiempo con JongIn cada vez que éste fuera de visita.

Las casas en las tierras de los Kim son diferentes: todas de piedra. Están tan camufladas que sino es por las luces pegadas a estas no notarían la diferencia. Pero están todos reunidos en la plaza, lo cual quiere decir solo una cosa: JongIn está bailando.

“¡JongIn! ¡Kai! ¡Eres genial! ¡Hazlo de nuevo!” y muchos gritos más son los que salen de la muchedumbre. Los tres viajeros se quitan el gorro de sus capuchas y avanzan hasta el lugar, abriéndose paso hasta el frente. LuHan jamás le había visto bailar en realidad, pero para ser la primera vez que le ve sobre pasa mucho las expectativas que tenía del tal Kai.
La música recién empieza, y el sonido de los instrumentos legendarios de los Kim hacen una gloriosa melodía, para ser acompañados con el canto de uno de los Elfos más conocidos por tan majestuosa voz. Los movimientos del moreno empiezan antes que las palabras, moviéndose con tal gracia y esplendor.
Hermoso, bello, delicado, perfecto. Cualquier palabra queda corta y es un insulto contra ese arte que el joven impone. Al principio, con sus manos simula ser él quién toca la música, y el simple reflejo de la luna la de un toque especial. Cuando una voz rompe esa atmósfera, los movimientos del resto de su cuerpo empiezan. Una pierna, un brazo, ambos; lo hace con pasión, con amor a lo que hace. Se mueve por el pequeño escenario improvisado cruzando su mirada con la nada, como si le cantara a algo que estuviese más allá de su campo de visión. Su pantalón rojo algo ajustado denota más los movimientos de sus piernas, y con el color también llama más la atención; hipnotizando, prohibiendo dejar de observarle sin si quiera mirar al público o pronunciar algo más. Y cuando se cree que ha acabado empieza nuevamente, logrando que de nueva cuenta todas las miradas estén sobre él siguiéndole, admirándole. Termina con una vuelta y luego aparenta, como al principio, tocar el instrumento de fondo. Y tan rápido como todo acaba su número, su seguridad sobre el escenario se esfuma, dando paso a un JongIn que tiene en su cara una tímida sonrisa mientras agradece al público los aplausos y las palabras. Y como queriendo no perder ningún detalle de su alrededor pasa la mirada por todo el lugar, notando a SeHun mirándole entre la muchedumbre. Sonríe.
Pero no es el único que observa al menor; LuHan también lo hace.

El moreno baja corriendo del escenario, dirigiéndose hacia el menor.

— ¿SeHun?

— El mismo, JongIn — se abrazan fuerte, preguntándose como están y cosas triviales, aunque hacía tres años desde la última vez que se vieron — ¿Por qué nunca volviste, JongIn?

— Oh… mi padre me lo prohibió — LuHan en su cabeza está de acuerdo con aquel acto (y en realidad arde de celos) — Él dejó de ir a reuniones también allá. No sé el motivo.

— JongIn — una mujer delgada y alta, con facciones similares al nombrado le llama, mirando a los tres extranjeros — Tu padre te busca. Ahora — Kai la mira extrañado, pero no duda en obedecer a su madre. Ésta se dirige a los visitantes — Deben irse ya, LuHan — acaricia la mejilla del chico, en un acto maternal — están tan grandes los dos. Me hubiera gustado conversar, pero será otro día. Váyanse ya.




Es de noche ya cuando un árbol levanta sus raíces formando una especie de cueva, y le sonríe a LuHan, éste entra y le sigue Kris, finalmente SeHun. Deja cada uno su pequeño bolso en fondo y se disponen a preparar una pequeña fogata fuera, pues de todos modos en esos territorios no corren peligro. El más alto se ofrece para ir por leña, pero SeHun insiste en ir él, y Kris no puede decirle que no, por lo que el menor gana.

Un poco más alejado del “campamento” improvisado, SeHun se detiene.

— Sé que estás ahí, sal ya.

Silencio.

— Voy a ir a buscarte.

Nada.

— Tú lo pediste.

Y después está Kai riendo en el piso y SeHun sobre éste, haciéndole cosquillas.

— ¡Yah SeHun! Que si LuHan nos ve me mata — el mayor ríe. SeHun se queda estático, entendiendo la indirecta y preguntándose cómo rayos Kai está al tanto.
Pero decide cambiar el tema.

— ¿Por qué nos sigues?

— Mi padre quería que fuera a los icebergs del sur, por alguna razón quiere que me quede allá por un tiempo… pero yo les seguí — JongIn sonríe de lado, maliciosamente.

— Anda, ven a pasar la noche con nosotros.



Kai le sigue, no muy convencido.

Cinco minutos más tarde LuHan le asesina con la mirada.
Pero no dice algo, pues no son amigos.




A la mañana siguiente JongIn sale temprano seguido por LuHan, ambos en busca de madera.

— Deberías dejarlo ir LuHan, te vas a casar. Serás el Rey de Reyes, dueño y señor de los bosques del sur y del mar negro. ¿Pretendes hacerle ilusiones hasta el día de tu boda? ¿O luego simplemente seguir con él y mandar todo a la mierda? — Y por un momento, el tiempo para el mayor se detiene. Tiene razón, en todo. Haría eso y más… pero no era momento de arrepentimientos. Había dado un paso hacia lo que según todos era tabú y no volvería, no cuando lo poco del camino que ha transcurrido le parece delicioso, perfecto, adictivo.

— No Kai… mandar todo a la mierda sería casarme y hacer oídos sordos a lo que mi corazón grita — el mayor sonríe, para él mismo más que todo, estando seguro de sus palabras.

— Eso crees tú, ¿y lo que cree SeHun? Dudo que quiera permanecer a tu lado si eso implica entrometerse entre tú, tu familia y lo que los señores tienen para ti, LuHan. Quiero mucho a SeHun y simplemente no quiero que le hagas daño, ¿vale? — el moreno palmea la espalda del rubio cuando se va, dejándole solo.

El día pasa y el sol está en lo más alto cuando se despiden del centenario árbol que les acobijó la noche anterior. Algunas nubes recorren el cielo interponiéndose de vez en cuando entre el sol y la tierra, de vez en cuando se oyen cantos de hadas y, mientras avanzan, el terreno se hace menos espeso. Planean dirigirse a la tierra de los Enanos, ya que es más seguro pasar por allí que por el acantilado.

Pero de pronto, se pierden.

Las nubes se amontonan en el cielo cada vez más y más, dejando a un lado la claridad que les prestaba el sol. Lo más probable es que llueva y… a SeHun no le sentaría bien.
Hay pequeños detalles de los cuales LuHan debería estar al tanto, pero es realmente Kris quién se preocupa por ellos. Nada de agua de mar para el menor, adiós al rocío de la mañana que otorgan las hadas y, también, definitivamente estar lejos de la lluvia.
Con el paso de los años aprendieron a lidiar con eso, a prevenir pequeños accidentes. Por alguna razón la piel de SeHun rechaza todo tipo de líquido, con pequeñas excepciones, claro.

Pero la lluvia no está entre ellas.

Y sería un total peligro para él permanecer bajo ella, definitivamente no puede darse ese lujo.

Se pone nervioso. Siente miedo. Se desespera.

No quiere volver a sentir la lluvia sobre él, quemándole.

Esconderse bajo un árbol no es una opción, estos absorben la humedad. No hay tiempo para construir algo. No saben cómo llegar al lindar de los Enanos buscando techo.

Corre.

Huye.

Siente la primera gota y… llora. La primera tarde o temprano dará paso a la segunda, luego la tercera… y finalmente una lluvia torrencial. Ya no es un crío que saldría en dirección a su casa en busca de refugio y ayuda, ya no puede.

Porque su hogar no está allí.
Porque nadie puede ayudarlo.
Porque su única esperanza es que haya una casa en la nada.


Pero no la hay, claro.


LuHan le sigue, tras él van JongIn y Kris. Los tres gritándole. Pero el menor no escucha, solo siente. Siente la tierra bajo sus pies, y cuando pisa una parte en la que haya caído si quiera una gota cierra los ojos, le duele, mucho. Corre lo más que puede, cree que así llegará al terreno de los Enanos pronto y todo pasará… pero olvida que está perdido, que esa dirección puede llevarle a cualquier lugar.

Y de un momento a otro, no hay algo bajo sus pies.
El aire le roza la cara y todo el cuerpo, está cayendo.
Rápido, muy rápido.

LuHan le vedesaparecer en un dos por tres. Está por alcanzarlo y cae. Desaparece de su campo de visión.
Y ahora es él quién siente nervios, miedo; quién se desespera.

— ¡LuHan! ¿Y SeHun?

— Kris yo… él… el acantilado… — y recién allí se da cuenta de la magnitud de todo. Pequeños detalles se juntan y, en sincronía, dan un gran problema.


Un minuto, creo que ha pasado un minuto desde que sentí que corría lejos. En esos 60 segundos todo se vino abajo. Ya no puedo escuchar los susurros de los árboles, el revolotear de las aves y mariposas, ni los pasos de Kris y Kai que me seguían. Ni a mi corazón siento latir… ¿Será que he muerto con él? La vida me está jugando una mala broma, ¿cierto? Porque si esta es mi realidad no quiero imaginar como sería una pesadilla, como sería el infierno. ¿Por amarlo merezco esto? ¿O él por amarme? Si mi corazón ha dejado de latir es porque el de él también, ya que los compases de nuestros latidos son al unísono y se complementan. De nada serviría uno solo. ¿Acaso puede vivir una planta sin sol? ¿Mi madre sin mi padre? ¿Un hada sin alas? ¿Un dragón sin su vuelo? ¿Yo sin él? Si he de vivir en un mundo donde él no esté, donde su risa no pueda hacerme sonreír, donde no pueda deleitarme con verle dedicándome miradas, caricias… déjenme decirles que eso no es vida, porque mi vida está donde él esté. Vamos Kris, conviértete en ese majestuoso dragón del cual SeHun quedó sin aliento cuando le vio por primera vez y hazme un favor, ¿quieres? Quémame, que al parecer lo he perdido, le he dejado ir, me he rendido… Quizás solo así pueda olvidar todo por lo menos por un momento. — Oh LuHan.
 

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